
-¿Qué es
Lo que
más te
gustaría
t e n e r ? -
preguntaron a
Raihué. -Una para
escuchar en ella el rumor d e l
mar -contestó. -El primero q u e
llegue hasta el mar y r e g r e s e
C o n e l pedido, t e n d r á c o m o
premio el amor de Raihué -sentenciaron
u n á n i m e m e n t e l o s p a d r e s.
C o n s u l t a d o s l o s d i o s e s ,
c o n v i r t i e r o n a l o s d o s jóvenes
en r í o s y empezaron e l l a r g o c a m i n o
hacia e l océano. Pero e l espíritu d e l viento,
envidioso por n o haber s i d o tomado en cuenta,
c o m e n z ó a susurrar a l o í d o d e l a j o v e n
enamorada : - ¡ Neuquén y Limay jamás volverán! Las
estrellas q u e c a e n a l m a r s e convierten e n
hermosas mujeres que seducen a los hombres aprisionándolos
e n el fondo del mar. ¡Nunca los v o l v e r á s a v e r!
A
orillas
del lago
Paimún vivían,
hace mucho tiempo,
dos hermanas, ambas
hermosas, aunque cada una
de ellas d e una belleza
diferente, ya que mientras
Peñênhuaitén e r a rubia,
rutilante y expresiva,
siempre dispuesta a las
bromas y que hacía pensar
en un mediodía soleado,
Peñênkürú t e n í a una
hermosura m o r e n a
reservada, misteriosa
y callada, que evocaba
bosques y
nevadas noches
de luna bajo la
protección de
los pehuenes.
E l c i e l o d e l a m a n e c e r n o t e n í a color, e r a s i m p l e m e n t e b l a n c o l e c h o s o, pero una noche, ya cercano al amanecer el gigante Noshtex asesinó a la nube que tení a prisionera y arrojó su cuerpo ensangrentado al espacio para no ser descubierto. Sin embargo la sangre que manaba abundante salpicó a l firmamento y chorreó largamente. Cuando comenzó a salir el sol, iluminó la trágica escena y asombrados los indios vieron enrojecerse más y más el cielo, por la tarde se repitió la escena y así día tras día hasta el infinito del tiempo. Los patagónicos suelen mirar extasiados los amaneceres y las puestas del sol recordando en el silencio de las , el origen de los cielos más lindos d e l a Tierra.
A s í
comenzaron los preparativos para la fuga secreta. Una madrugada, cuando el hijo de
Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr lo llevó hasta las inmediaciones
d e u n a l a g u n a y lo e s c o n d i ó entre los j u n c o s . Desde allí
llamó a Kíken , el chingolo , para que a su vez transmitiera el mensaje: todos
los animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma,
s e negaron. Otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado
tarde. El zorrino iba tan contento al encuentro de la criatura que,
interceptado por el gigante, no supo guardar el secreto.
A s í enterado, Nóshtex s e dirigió a grandes p a s o s
hacia la laguna, pero el pecho - c o l o r a d o, instruido por
Terr-Werr lo d i s t r a j o con s u canto. Por eso no
l l e g ó a t i e m p o para ver cómo el cisne se acercó al
niño nadando majestuosamente y lo colocó sobre su lomo,
ni cómo carreteó luego p a r a levantar v u e l o.
S ó l o a l c a n z ó a distinguir e n e l cielo un
pájaro blanco que, con su l a r g o cuello estirado
y l a s a l a s d e s p l e g a d a s , v o l a b a
d e c i d i d a m e n t e h a c i a e l o e s t e.
A s í , e n s u c o l c h o n c i t o d e
plumas, se alejaba el protegido
d e K ó o c h hacia la t i e r r a
d e l a P a t a g o n i a.
Cuando llegó a la cueva, usó el
primer poder dado por el brujo.
Se transformó e n viento, l o
que llamó la atención de Shamej
Gooshe, que estaba asomado a la entrada
de l a vivienda. D e inmediato, Léskat,
usando otro de los poderes, convirtió
a l tornado en s e r humano y é l
mismo recobró s u estado natural.
Frente a frente y en igualdad de
condiciones, comenzó el f e r o z
combate. Shamej Gooshe avanzó
con el cuchillo de hielo reluciente
y dio latigazos con su larga cabellera
para capturar a Léskat. El joven, con
gran agilidad, esquivó los embates
y contraatacó a su rival. E n un
momento, Shamej Gooshe
quedó de frente al sol y
ese breve
f u e aprovechado p o r
Léskat, para tomarlo
del pelo y sujetarlo
fuertemente. Sin perder
tiempo, lo mató.
La
luna es
rencorosa,
Recuerda siempre
el tiempo en que
era reina y
señora y
no perdona a
los onas, que
ayudaron a Krren
a destronarla. Por
eso envía desgracias
a la Tierra y se lleva a
los niños cuando las
madres se descuidan. Los
onas le tienen mucho miedo,
no se alejan de sus toldos por las
noches, no se unen con sus mujeres
en luna llena y convocan a los hechiceros
para que destruyan el influjo de Krah. Ella,
como si obedeciera, desaparece por unos días, pero luego,
burlonamente, vuelve a asomarse. Una vez cada tanto, Krah
empieza a ponerse oscura y permanece así, como tiznada por
el odio. Entonces los onas siguen el mandato de sus hechiceros
y ensimismados, rogando todos juntos
para q u e pasen pronto las horas
angustiosas del eclipse.